Todo lo bueno que representó el acuerdo entre YPF y Chevron por Vaca Muerta, se desmaterializó con el ataque de la conducción económica del gobierno a la petrolera Shell, al acusarla de ser la responsable de la devaluación de la moneda. Por esto es que Argentina sigue siendo inviable en inversión energética.
En este artículo de hace casi 6 meses decía que el arreglo de Chevron era bueno porque había primado la posición de los "oilmen" de Galuccio sobre los "científicos" sociales del Conicet del sector de Kicillof, en la idea de abrir la compañía a compañías extranjeras capaces de hacer fracking y de alguna forma normalizarla, después de una confiscación ilegal y torpe.
En retirada del petróleo y bienvenidos en el ministerio de Economía (además de una red enquistada en todos los ministerios), los muchachos de Kicillof comenzaron a manejar la economía del país, con resultados a la vista que no tocaré en profundidad en este artículo, porque sólo me interesa un punto: el ataque a Shell.
Juan José Aranguren, presidente de Shell hace ya unos cuantos años, fue el único empresario argentino que defendió su compañía ante las amenazas del partido estatal. De alguna forma, Aranguren siempre se ató a un criterio de lógica empresarial absolutamente simple, básica y normal en cualquier parte del mundo: no dejar que el Estado se meta a dirigir los números de tu empresa. Algo inentendible inclusive en el primer nestorismo, que intentaba imponer la lógica política de pueblucho desértico santacruceño que luego, finalmente, los argentinos asimilaron y votaron. Varias veces.
Entonces, Shell siempre fue una espina, porque no se bajaba los pantalones. Diez años después Aranguren sigue ahí. La espina.
Debido a una emisión sin control y sin ningún tipo de intención de pararla, porque seria "volver a la década del 90" (como si esta década hubiera sido mejor...), y las corridas, las alzas de precios, el freno de la producción, el kicillofismo decidió que la inflación es culpa del deseo desmedido de plusvalía del pequeño burgués, tal como se enseña todavía, e increíblemente, en la mayoría de las cátedras de la UBA. En estos pequeños detalles está la explicación de estos grandes desastres que aparentemente sólo en Argentina pasan.
Entonces el kicillofismo siguiendo la lógica vio dos oportunidades: una, aplacar a las fieras acusando de golpista a un viejo enemigo, pero la otra fue un palito a su compañero Galuccio.
Que por una devaluación del 40% (o ya no sé) en un par de días se acuse a una de las pocas petroleras (si no la única) que quedan en el país en un contexto de búsqueda de inversiones energéticas extranjeras, no tiene ni el más mínimo sentido si no es dentro de una guerrita interna.
En YPF, el directorio (kirchnerista) se le reía en la cara al pobre Axel cuando intentaba imitar a Moreno golpeando la mesa, como se le reía en la cara la misma Cámpora cuando empezaba a gritar porque a nadie le interesaba lo que decía. En aquellos tiempos sólo Ivan Heyn podía opinar de economía en la agrupación. O al menos, era el único al que se le entendía lo que decía.
La idea que una devaluación del 40% en unas horas fue culpa de una petrolera que compro 2 millones de dólares da la pauta de que lamentablemente Argentina sigue siendo inviable en inversión energética. Por motivos absolutamente ideológicos de su Estado, que ve al progreso dentro del capitalismo como una aberración. Por eso lo frena.
Incluso el camporismo, preso de ataques de pánico y sin ninguna guía de alguien que esté "más arriba" que ellos, piensa que el ataque financiero de Shell fue un plan sistemático para "tapar el plan PROGRESAR", el plan para que los chicos se anoten en una escuela y cobren 50 dólares por mes para invitarle un helado a la novia.
La conclusión es que el ataque a Shell volvió a YPF, y lo digo con profundo dolor, a niveles de confiabilidad previos al acuerdo con Chevron. Y Argentina, durante ese buen acuerdo, ya tenia vedada la posibilidad de segundas chances.
No comments:
Post a Comment